SATURNO EN PISCIS Y EN LA CASA XII
Última en el círculo y escondida detrás del Ascendente o comportamiento externo, la Casa XII
simboliza tanto los finales como los inicios. Es el final porque representa el sacrificio que,
eventualmente, se debe hacer de la personalidad consciente como una unidad aislada. Desde un
punto de vista más recóndito, representa el principio porque se refiere a aquellas causas del pasado que, operando a partir del nacimiento y por debajo del nivel consciente, nos arrastran a unas situaciones en las que nos vemos obligados a perdemos y morir para renacer en la conciencia del grupo. «Del agua viene toda la vida» dice el Corán, y esta Casa, dominio de Piscis y Neptuno, el antiguo dios de las aguas, sugiere el plano en el que la vida, indiferenciada y sin individualidad, surgió por primera vez y adonde debe regresar, una vez asimiladas las lecciones de la conciencia individual. Incluso fuera de sus asociaciones más esotéricas, la Casa XII se refiere al aislamiento y la entrega, a la disolución de la personalidad.
A menudo se la denomina la Casa del karma, basándose en la idea de que los planetas aquí
situados se ven privados de una expresión normal y operan, a menudo, como impulsos
inconscientes. También se le llama la Casa de la ruina ya que una persona con una Casa XII muy
activa puede experimentar aislamiento, encarcelamiento, desespero y limitaciones (literal o
simbólicamente), y son sus propias acciones las que le llevan a ello. Tengamos o no en cuenta el
largo pasado, está claro que el ego, desarrollado mediante los esfuerzos de las once Casas y signos anteriores, debe depositarse finalmente en el altar del sacrificio para que el hombre pueda
convertirse en un engranaje de la totalidad y entregue su sabiduría y energía para el bien de la
comunidad. Para el que rechaza comprender esto, se convierte en la Casa de los hospitales y las
prisiones, ya que únicamente a través de la pérdida del poder individual puede el hombre ser
consciente que él solo no es nada sin un lazo con el resto de la vida.
Esta Casa siempre resulta difícil, a menos que se haya escogido el camino del servicio. La
liberación de energía de este modo elimina mucha de la frustración y soledad que acompaña a los planetas situados en la Casa XII y hace más llevable los sacrificios que conlleva. Suele sentirse un gran sufrimiento en esta Casa ya que, deshacerse de la voluntad propia después de habérsela construido tan cuidadosamente es un golpe muy duro para el hombre que se ha acostumbrado a identificarse con sus deseos personales. Sin embargo, la pérdida de voluntad propia es el precio que deben pagar todos los planetas que aparecen en esta Casa, aunque, a cambio, se suele encontrar una verdadera serenidad interna.
Como último signo de la triplicidad de Agua, Piscis simboliza la terminación y plenitud de las
luchas emotivas: la unión no con otra persona sino con la vida misma. Esto es la unión mística, tema de muy difícil tratamiento para la gente común centrada en su personalidad. No se exige ninguna batalla, sólo conformidad y devoción. Resulta prácticamente imposible sacar algo en claro de la Casa XII desde un punto de vista estrictamente mundano. Esta Casa es no-material, más incluso que la VIII, y se ocupa de asuntos que llevan al hombre a un contacto más íntimo con su realidad subjetiva. Cualquier planeta situado en la Casa XII está sujeto a la influencia disolvente y transmutadora que impide una expresión personal ordinaria del planeta y fuerza sus energías hacia dentro y hacia arriba. Aquí todo ocurre en secreto, como la gestación de un niño.
Sólo cuando se complete el ciclo podrá revelarse exteriormente esta faceta del individuo; y para entonces el individuo ya habrá cambiado.
Saturno en la Casa XII, y en menor grado en Piscis, es un caso difícil desde el punto de vista de la personalidad ya que las energías de dicho planeta, dirigidas en un principio a la protección de uno mismo contra el medio ambiente, pierden su efectividad. En situaciones extremas, esto puede producirse por hospitalización o encarcelamiento durante cierto tiempo de tal forma que el individuo pueda ver, a través de su desamparo, cuan impotente resulta la voluntad personal contra las fuerzas de su propio pasado que él mismo ha puesto en movimiento. La sensación de impotencia y de que uno debe someterse a algo superior se da frecuentemente con esta posición de Saturno, aunque puede que ocurra en un nivel muy subjetivo. Es la Casa de lo imprevisto y se refiere a los estados de la mente. Aquí, Saturno genera a menudo un miedo vago de que alguien o algo, un destino borroso o generalizado va a destruirlo o a controlarlo todo. Puede que el individuo se aísle e intente escudarse de todo contacto con los demás, al mismo tiempo que se siente oprimido por una sensación de soledad e impotencia.
El sacrificio de las ambiciones materiales suele producirse con un Saturno en la Casa XII y esto es también uno de los significadores más comunes del niño que dedica su vida al cuidado de un padre o una madre enfermos o desamparados a costa de su propio desarrollo. Generalmente, esto no se hace porque deba hacerse (siempre hay alternativas) sino porque existe un profundo sentimiento de culpabilidad, obligación y una comprensión instintiva de que debe hacer algún sacrificio o pagar alguna deuda. También puede ser el reflejo de un miedo a enfrentarse a la vida externa y una sensación de incapacidad para ocuparse de asuntos prácticos.
Un sentimiento de culpabilidad, más generalizada que específica, amenaza generalmente con esta posición de Saturno. Puede llevar al hombre a buscar penitencia a través de la soledad o incluso en el sentido literal religioso, dando como resultado un monje. Puede manifestarse como penitencia involuntaria en el caso de encarcelamiento, pero es el hombre el que escoge esta situación aunque puede que, conscientemente, no crea que tenga que pagar. Puede resultar en enfermedad o evasión de la conciencia normal mediante drogas, alcohol o locura. También puede ser mucho más sutil y menos drástico, como en el caso del hombre que siempre está solo y que se siente separado del resto de la humanidad y de la vida, cualquiera que sea la cantidad de gente con la que se rodee.
Con Saturno en Casa XII también se da la típica ambivalencia saturniana, es decir, una gran
fascinación por y un gran miedo a perder la identidad y la personalidad. Cualquiera que sea la situación mundana que se manifieste, el individuo se encontrará, más tarde o más temprano, con que tendrá que soportar la incapacidad, la soledad y el sacrificio de su control. Cuando esto sucede a nivel interno, el individuo suele sentirse incapaz de comunicar sus sentimientos, lo cual le aísla todavía más. No entiende ni de qué se intenta proteger ni por qué ese abismo le fascina tan fuertemente. El sólo sabe que se siente impotente y puede que intente compensar esta sensación demostrando que es el único dueño de su vida. Esto le puede llevar a la cárcel o al hospital si no comprende los motivos internos que le han empujado a esa situación.
En su aspecto más disfrazado y básico. Saturno representa el tipo de poder más personal, aquello a lo que la persona se aferra para protegerse, mediante la manipulación del medio ambiente. Es el mecanismo de defensa que el hombre necesita durante todo el tiempo en que la conciencia se desarrolla. Sin embargo, con Saturno en Piscis o en XII, ha llegado el momento de quitar el andamio, ya que la estructura interna está casi completa, lo cual es como arrancarse la piel y exponer la carne cruda y delicada.
Opuesta a la VI, la XII desorganiza lo que la VI ha ordenado y proporciona el caos. Pero no se
trata del caos de la enfermedad o la locura. Así lo parecerá solamente a los que han construido su concepción de la realidad sobre una base mundana.
La comprensión del significado de esta posición nos hace trascender el campo de la psicología ortodoxa la cual, sin duda alguna, ha conseguido dominar la Casa IV y algo de la VIII y, en cambio, está desarmada para enfrentarse con los misterios de la XII. Sin embargo, se empieza a reconocer ampliamente que la necesidad de evolucionar, de encontrar un significado y un aspecto espiritual a la vida es una tendencia psicológica válida en el hombre. Cuando se acepte que quizás esto constituye el instinto más básico e importante del hombre (aunque se trate de un instinto de la psique más que del cuerpo), el sacrificio de la personalidad para permitir una expresión total de uno mismo no constituirá una experiencia tan dolorosa.
Desgraciadamente, aquellos contendencias místicas que se sienten atraídos por el sendero de la contemplación son los únicos que,actualmente, pueden gozar del potencial de Saturno en la Casa XII. Realizarán este sacrificio finalde la sensación de separación con total entrega ya que se trata de la última puerta entre el hombrey su libertad. Todo depende de la perspectiva, que se tenga. De por sí resulta bastante difícil intentar controlar a Saturno por los laberintos del inconsciente de la Casa VIII en la que aún existen algunos eslabones de personalidad. Pero la Casa XII pertenece totalmente al alma y un proceso analítico no ayudaría a comprender más, a menos que esté basado en el conocimiento de
la naturaleza espiritual innata en el hombre. La riqueza que Saturno en XII puede aportar es la capacidad de servir; no de hacer el «bien» (que no es ningún servicio), sino de experimentar la sensación de unidad, meta perenne de los místicos, y el sentido de responsabilidad y amor desapegado que la acompaña. Lógicamente, todo esto no tendrá ningún sentido para el hombre terreno, y puede que, incluso, ofenda a astrólogos más pragmáticos. Sin embargo, es un hecho que ni la Casa XII ni la naturaleza del hombre han sido explicadas satisfactoriamente. Quizás, a medida que se vayan acumulando, lentas pero seguras, las pruebas científicas que corroboren las enseñanzas ocultas del pasado, las relaciones entre todo lo viviente, así como su unidad subyacente, constituirán un hecho, tanto en el plano objetivo como en la experiencia subjetiva del místico.
En las Casas y signos de Agua, Saturno se merece un primer lugar ya que es precisamente en esta área donde nos muestra su mayor ambigüedad así como su sufrimiento emocional más intenso.
Debido a que, por un lado, el hombre acaba de empezar a aprender a pensar objetivamente en grupo y, por otro, la mayoría de la gente está todavía polarizada en su aspecto emocional, un Saturno en Agua es el responsable de la mayor parte de la soledad y aislamiento tan aparentes en la actualidad. Para todo aquel que tenga Saturno en Casas o signos de Agua, le será útil reconocer que su potencial, en términos de paz interior, comprensión y sabiduría, resulta tan grande como su potencial para desesperarse si se dirige hacia su ser interior, hacia el dominio de los sentimientos y del inconsciente

SATURNO EN ESCORPIO Y LA CASA VIII
En muchas ocasiones se ha descrito la progresión simbólica de la evolución del hombre desde
Aries hasta Piscis. Existe una progresión similar dentro de los tres signos que pertenecen a un
mismo elemento, en cuyo caso la progresión representa los niveles de desarrollo en esa esfera de conciencia en particular. El primer signo o Casa perteneciente a ese elemento es generalmente el de significado más claro y directo, y trata del desarrollo e integración de la personalidad individual. El segundo signo denota un punto de crisis ya que, en este nivel, el individuo debe integrar su propia experiencia en el grupo al que pertenece. En pocas ocasiones puede lograrse esto sin luchas, ya que esto también representa una expansión de la conciencia, de lo personal a lo universal. El tercero y último signo o casa se refiere a la unidad más amplia del grupo e infiere el propósito final del nivel de conciencia en particular simbolizado por dicho elemento.
Los signos y Casas de agua también son fieles a este modelo. En la Casa IV, el hombre, como
unidad aislada, es el objeto de las fuerzas y presiones emocionales del medio ambiente que van dando forma al crecimiento futuro de su personalidad. Tiene la oportunidad de construir una base en su interior para que desaparezca la proyección en las circunstancias y la seguridad emocional se convierta en una posesión permanente de su carácter. En la Casa VIII, el hombre debe adoptar su naturaleza emotiva como un canal de expresión para contactar y empezar a funcionar en las relaciones personales con los demás. El flujo de sentimientos tiene lugar ahora entre él y otro.
Finalmente, en la Casa XII tiene la oportunidad de ofrecer al grupo la sabiduría que haya
adquirido con sus experiencias, en beneficio del crecimiento de todos. Ya no es una unidad aislada sino una parte de una vida más amplia en evolución. Esto es una forma útil de ver las cosas que conviene recordar cuando estudiemos un Saturno en VIII ya que esta Casa es, probablemente, la peor y más malentendida de todas las Casas del horóscopo.
Generalmente, se suele definir a la Casa VIII como la de la muerte física (lo cual sugiere que no
tiene un valor o actividad más allá del breve momento en que abandonamos el cuerpo) o como «la del dinero que se recibe de los demás», una descripción que es un insulto para la complejidad y poder del signo y planeta asociados a esta Casa. Ambas interpretaciones no dejan de ser válidas, pero no ayudan a comprender a un Saturno en la VIII, aparte de representar una muerte en edad avanzada o la ausencia de herencias; y a menudo estas interpretaciones resultan ser erróneas.
El intercambio de finanzas entre dos personas en una sociedad puede ser uno de los resultados secundarios de esta Casa, pero el significado más complejo del «dinero recibido de los demás» surge solamente cuando se comprende el significado del dinero como un símbolo de los valores emocionales. Por supuesto que la muerte pertenece a esta Casa, pero existen muchos tipos de muerte y la mayoría no son físicos; y cada muerte está inevitablemente seguida por un renacimiento ya que es únicamente la forma, y no la vida que la forma hereda, la que muere.
Como Casa perteneciente al elemento agua, la VIII trata principalmente del intercambio emotivo.
Como opuesta de la II, todo aquello que tiene un valor y un significado físico y que constituye la estabilidad y el mantenimiento propio se convierte en lo que tiene un valor emotivo y que
constituye la estabilidad de sentimientos. En el octavo signo, Escorpio, podemos encontrar la clave de la importancia de esta Casa en asuntos como el sexo, crisis emocionales y la muerte y
renacimiento de los instintos como deseos purificados.
Es esta una Casa de crisis y fuerzan al hombre a percatarse de algún área vital de su naturaleza emotiva que debe
ser reconocida, examinada y purificada. En este caso, el dinero se convierte en un símbolo de dependencia o libertad emocional, puesto que en nuestra sociedad compra la libertad o la
esclavitud en el matrimonio, y nuestros valores sexuales están ampliamente teñidos por nuestras finanzas.
Muy a menudo, en la Casa VIII, existe la manifestación de una lucha que aparenta ser estrictamente material pero cuyo origen es, en realidad, emocional. No es de extrañar que Freud
atribuyera tanta importancia al dinero en los sueños y que la psicología continúe reconociendo la
relación entre la generosidad y la tacañería monetaria y emotiva.
Comúnmente, el individuo con planetas afligidos aquí se encontrará sujeto a una difícil situación
económica, secuela de una ruptura de matrimonio o de problemas crónicos con socios que se
aprovechan de él. Esto es una característica típica de un Saturno en Casa VIII. Investigando en
profundidad se verá que existía una dificultad de expresión en los niveles sexual y emotivo y, para
mucha gente, no existe mejor venganza que echar en cara la decepción y frustración a un
insensible compañero saturniano mediante exigencias materiales.
Todo esto nos lleva a un área espinosa, típica de Escorpio y la Casa VIII. Sin embargo, aunque la
frase anterior puede parecer desmesuradamente dura, constituye una ironía que, en nuestra
sociedad, la prostituta, que al menos es honesta con el producto que vende, sea despreciada y
acabe generalmente en la cárcel, mientras que la esposa que hace fundamentalmente el mismo
papel y compra su seguridad con su cuerpo sea glorificada porque la sociedad no condena esta
máscara. Existen muchas mujeres que ofrecen sus favores sexuales a cambio de un lazo legal que
les prometa una seguridad económica, y muchos hombres que compran dichos favores a cambio
de lo que eufemísticamente se ha venido a llamar «los derechos del marido».
Todavía existen muchos escombros por desenterrar en lo que se refiere a nuestra actitud actual
hacia el sexo ya que nos seguimos rigiendo por los conceptos feudales de la estructura económica
de la familia. A pesar de los esfuerzos de almas más iluminadas, se tardará aún toda una
generación antes de que podamos comenzar a comprender que la verdadera naturaleza del sexo no
tiene nada que ver con el mundo físico sino que es el reflejo de las energías emocionales y
mentales, las cuales, a su vez, son el reflejo de energías aún más complejas. El dinero y el sexo son temas todavía demasiado complicados para la comprensión del hombre de la calle excepto en un sentido literal y, consecuentemente, todavía tenemos que conseguir eliminar una enorme
cantidad de confusión antes de que se pueda comprender la unión alquímica de dos personas.
Los tres signos y Casas de agua representan tres aspectos de la naturaleza emotiva del hombre. La
Casa IV simboliza las fuerzas educativas que dan forma a la primera etapa de su vida. La VIII
simboliza las fuerzas creativas y procreativas que tiene que manejar y utilizar para contactar con
los demás. La XII simboliza las fuerzas disipadoras que, finalmente, rompen su sentido de
separación y le abren a la vida de grupo.
La Casa VIII es un campo de batalla, cuyo objetivo primordial es la comprensión y dominio de si mismo a través de una crisis constante. No existe mayor campo de batalla o estímulo para entrar
en crisis que las energías que se liberan a través del acto sexual, aparentemente sólo físico. La unión que tiene lugar a nivel de sentimientos produce un flujo de energía que, durante un breve
momento, «saca al hombre de sí mismo». Virtualmente, es la única situación en la que puede
sentirse uno con otro ser humano.
Precisamente, el aspecto sexual de la Casa VIII se refiere a esta íntima unión de sentimientos. Se produce una muerte de la conciencia individual y el nacimiento de una conciencia mutua por lo cual, en la época de la reina Isabel de Inglaterra, al acto sexual se le llamaba «la pequeña muerte».
Desgraciadamente, existe mucha gente que tiene tanto miedo a la
aparente vulnerabilidad emotiva inherente a esto como a la muerte misma. Lo que no saben es que
la unión tiene lugar lo quieran reconocer o no y no es posible eliminar al compañero a nivel de
sentimientos; sólo se puede creer que se le ha eliminado.
Al considerar este punto de vista, podemos percatamos de la verdadera responsabilidad que
implica la unión sexual. Esto no tiene nada que ver con la moralidad. Durante siglos nos han
impartido enseñanzas morales que en absoluto nos han ayudado a comprender la verdadera
naturaleza de este misterio. Las corrientes de esta enorme fuerza creativa o «poder serpentino»
(cuyos antepasados podemos encontrar en la serpiente del paraíso, el ourobouros de la alquimia y
la serpiente emplumada de los aztecas) pueden liberarse de otras formas que, sin embargo,
pertenecen al mundo de los ocultistas y la magia, mientras que la gente común sólo conoce una: el
sexo físico. Una vez puestas en movimiento, dichas corrientes ligan y alteran las almas
involucradas en el acto. Todos los estados de conciencia que implican la «muerte» de la
personalidad (desde los provocados por drogas hasta los éxtasis y trances religiosos de diferentes
tipos) pertenecen a la Casa VIII ya que todos se refieren a la misma energía que puede separar al
yo de sus vehículos. La muerte física no es más que la última en una serie de muertes que
comienzan con el nacimiento.
En la actualidad, seguimos comprendiendo muy poco del sexo y de la muerte. Esta ignorancia se
debe especialmente a la confusión creada en la era de Piscis por la declaración de que el sexo es
malo y la muerte es la entrada en el cielo o infierno eternos.
Este tipo de condicionamiento está muy arraigado, ya que nos acompaña desde hace 2000 años.
Incluso las mentes más liberales y de tendencia científica tienen la misma herencia colectiva de
miedo, superstición y fascinación por esta área de la experiencia humana.
El individuo con
Saturno en Casa VIII tiene un doble peso en sus espaldas ya que no sólo debe llegar a un acuerdo
con Saturno (de por sí bastante evasivo) sino que también debe descender a los dominios de
Plutón si quiere encontrar el tesoro tan difícil de obtener. No obstante, y sin deseos de poetizar, podemos decir que la persona que lo logra, ha encontrado la clave de la inmortalidad.
En una gran cantidad de casos con Saturno en Escorpio o en la Casa VIII, los miedos y el
sentimiento de incapacidad del individuo se manifiestan en el área de la expresión sexual. Sin duda alguna, éste es un símbolo de un miedo aún mayor, pero, en este caso, el símbolo es
suficientemente poderoso por sí solo como para crear un gran dolor en la vida. Sin embargo, la persona que tenga que soportarlo no se sentirá muy contenta cuando el astrólogo le cuente todo esto abiertamente. En un diálogo abierto, el tema del sexo sigue siendo tan delicado para la gente
como lo era en el siglo XIX. Además, la incapacidad del hombre no es física, sino emotiva.
Estamos tratando de una Casa del elemento agua, no de tierra. Saturno en VIII está a menudo ligado con la impotencia o frigidez, las cuales no son tampoco problemas físicos. El médico que intente curarlas mediante hormonas está cometiendo un grave error. La dificultad en este caso se encuentra en el miedo a la entrega, a la violación, al control del compañero y al rechazo emotivo puesto que la amenaza proviene más del intercambio psíquico que del físico.
Frecuentemente, un individuo con Saturno en Casa VIII resulta afectivo y cariñoso pero, cuando
se rompe la última barrera y se llega al dormitorio, se muere de vergüenza y no puede hacer nada.
También puede compensar sus miedos convirtiéndose en el «amante perfecto» en un sentido estrictamente físico, bloqueando de esta forma el flujo de energía y emoción hacia su compañero de tal forma que, en cierto modo, no está presente. Por muy sutil que sea este mecanismo, puede resultar profundamente frustrante y molesto para el compañero, aunque puede suceder que
ninguno de los dos se dé cuenta conscientemente. El individuo puede no ser consciente de que
algo anda mal, aunque siempre se queda un poco decepcionado y nunca alcanza la satisfacción
que su imaginación le hace ver posible. Hay que ser extraordinariamente honesto para enfrentarse
directamente con las sutilezas de un Saturno en Casa VIII ya que, a la par que el miedo, existe la
compensación excesiva que se da, en nuestra era, a un buen «funcionamiento».
No es de extrañar
que esta gente tenga tantos problemas de dinero durante y después del matrimonio. Fácilmente se
encuentran en aprietos económicos que coinciden con la cantidad de frustración que han infligido
a sus compañeros.
Al igual que con todas las posiciones de Saturno, pueden darse dos extremos de comportamiento.
Los efectos de la compensación excesiva pueden producir una persona abiertamente promiscua
que no está realmente motivada por el placer físico pero que intenta ser «sexy» ya que vagamente
se da cuenta de que le resulta difícil relacionarse emocionalmente con otra persona. He aquí otro
caso en el que Saturno intenta transformar un valor emotivo en físico, con poco éxito. Este tipo de
comportamiento prevalece en la actualidad debido al gran énfasis en la libertad sexual como reacción a la excesiva restricción del pasado. Los dos son los extremos del proceso natural de evolución aunque resultan desagradables ya que el miedo está presente en ambos.
Es aconsejable que el astrólogo exprese con diplomacia todo lo que se refiera a un Saturno en
Casa VIII, ya que, si no, la consulta puede acabar a puñetazos. Este tipo de Saturno en VIII recuerda ese hermoso verso de Shakespeare « ¡Pienso que protestáis demasiado!». Es lareminiscencia del Saturno en IV que «adora» a su familia, que tuvo una infancia «maravillosa» y
que no conoció «ningún tipo de problemas» con ninguno de los padres.
Por otra parte, una persona con Saturno en la VIII puede cubrir sus miedos con unas fuertes convicciones religiosas o morales particularmente intolerantes, declarando pecado todo aquello
que le da miedo. En estos casos. Saturno es un partidario del celibato, aunque por razones
totalmente erróneas. Desgraciadamente, al demonio no se le vence ordenándole partir. Lo único
que no soporta es la luz de la conciencia.
Asimismo, podemos toparnos con ese individuo excepcional, honesto consigo mismo, que
comprende que hay algo dentro de él que necesita desarrollarse (como en todos los demás) y que
se esfuerza no sólo en disciplinar sino en comprender su naturaleza sexual de tal forma que la
pueda expresar del modo más positivo posible. No obstante, todo el mundo siente una gran
fascinación por la muerte y el sexo, aunque puede estar mezclada con miedo y asco al mismo tiempo.
Otra característica de los que tienen a Saturno en la VIII es que los demás les decepcionan
emocionalmente y a menudo de una forma íntima y dolorosa. En estos casos podemos encontrar
una clave del propósito más amplio de esta posición del planeta. Frecuentemente nos hallamos ante una carencia de contacto emotivo íntimo en la niñez y, ya que Saturno está relacionado con el padre, esta posición aparece a menudo en los Casas en que el padre muere o es frío.
Generalmente, el individuo crece en un ambiente casi ausente de expresión física o en el que los problemas
sexuales existentes entre los padres han cargado la atmósfera de hostilidad y miedo. Existe un eslabón entre el padre y las energías sexuales, aunque puede ser algo muy sutil. Sin embargo, la realidad no suele ser ésta, y entonces aparecen las azotainas y violencia en general.
Cualquiera que
sea la circunstancia, el resultado es un sentimiento de aislamiento y soledad, y la conciencia de
que nadie puede compartir o eliminar las cicatrices. Saturno en la Casa VIII produce cicatrices
más profundas que en cualquier otra posición, y las heridas tardan más en sanar.
El aislamiento emocional con un Saturno en VIII es todavía más agudo que el de la Casa IV, ya
que las necesidades emotivas son mucho más intensas y se dirigen hacia los demás. Más que la
seguridad se busca una unión particularmente intensa y transformadora. El individuo suele sentir
que puede renacer y alcanzar la conciencia de su naturaleza espiritual a través de otro.
Obviamente, la lección a aprender con Saturno es que uno lo tiene que hacer por sí mismo. La
transformación y resurrección en una conciencia más elevada, el profundo conocimiento y
dominio del inconsciente deben surgir de dentro del hombre. Suele darse una fascinación por las
cosas ocultas o, al menos, un interés por las profundidades de la muerte. Al utilizarlo y al
descubrir la verdadera naturaleza de las energías de la creación, el individuo se convierte en un
mago. Le pertenecen los secretos de poderes otorgadores de vida para su propia curación y la de
los demás