El ejercicio capital del Testigo: Ken Wilber

He hablado de la conciencia testigo que persiste a través de la vigilia, el sueño y el sueño profundo. Pero el Testigo está completamente presente en cualquier estado de conciencia, incluyendo el estado de conciencia en el que ustedes se hallan en este mismo instante. De modo que trataré -eso es, al menos, lo que pretendo- de inducirles a ese estado recurriendo a lo que se conoce con el nombre de instrucciones para señalar. Pero no aspiro a que entren en un estado diferente de conciencia, en un estado alterado de conciencia, en un estado no ordinario, sino que, por el contrario, voy a señalar algo que ya está sucediendo, de manera ordinaria y natural, en el estado en el que se encuentran ahora mismo. 

Comenzaremos cobrando simplemente conciencia del mundo que nos rodea. Contemplen el cielo, relajen su mente y permitan que se funda con el cielo. Observen las nubes que flotan el cielo y dense cuenta que eso no les exige el menor esfuerzo. Su conciencia presente, la conciencia en que esas nubes están flotando, es muy simple, muy sencilla, muy fácil y muy espontánea. Adviertan simplemente que existe una conciencia sin esfuerzo de las nubes. Y lo mismo podríamos decir con respecto a esos árboles, esos pájaros y aquellas piedras. Ustedes pueden observarlo sencillamente sin realizar esfuerzo alguno.


Contemplen ahora las sensaciones que aparecen en su propio cuerpo. Ustedes pueden ser conscientes de cualquier sensación corporal que se presente, tal vez la sensación de presión en la zona en que están sentados, quizás un leve calor en la zona del estómago o una tensión en la nuca. Pero aún cuando la sensación sea de tensión, ustedes pueden ser fácilmente conscientes de ella. Estas sensaciones aparecen en su conciencia presente y esa conciencia es muy sencilla, muy fácil, muy espontánea, y no requiere esfuerzo alguno. Ustedes simplemente observan sin realizar esfuerzo. 

Observen ahora los pensamientos que aparecen en su mente. Tal vez puedan darse cuenta de la aparición espontánea en su conciencia de imágenes, símbolos, conceptos, deseos, esperanzas, y miedos. Son pensamientos que emergen, permanecen durante un rato y terminan desapareciendo. Los pensamientos y sentimientos aparecen en su conciencia presente de un modo muy simple, muy fácil y muy espontáneo. Y ustedes se dedican simplemente a observarlos sin realizar esfuerzo alguno.


Dense ahora cuenta de que, si pueden ver el discurrir de las nubes, es porque ustedes no son esas nubes sino el testigo que las contempla. Dense cuenta de que, si pueden experimentar las sensaciones corporales, es porque ustedes no son esas sensaciones sino el testigo que las contempla. Dense también cuenta de que si pueden ver el discurrir de los pensamientos, es porque ustedes no son esos pensamientos sino el testigo que los contempla. De manera espontánea y natural, todas esas cosas emergen en su conciencia presente sin que tengan que hacer el menor esfuerzo. 

¿Quiénes son, pues, ustedes? Ustedes no son ninguno de los objetos que se hallan fuera, ninguna de las sensaciones, ninguno del os pensamientos; ustedes no son ninguna de esas cosas, sino la consciencia sin esfuerzo que las contempla. ¿Quiénes o qué son ustedes? 

Ahora pregúntense a sí mismos: Yo tengo sentimientos, pero no soy esos sentimientos. ¿Quién soy yo? Yo tengo pensamientos, pero no soy esos pensamientos. ¿Quién soy yo? Yo tengo deseos, pero no soy esos deseos. ¿Quién soy yo? 

Ahora den un paso atrás hacia la fuente de su conciencia, den un paso hacia el Testigo y descansen en Él. Y repítanse: Yo no soy objetos, ni sensaciones, ni deseos, ni pensamientos.


Y aquí es donde la gente suele cometer un gran error, porque creen que, cuando descansen en el Testigo, van a ver o sentir algo muy especial. Pero el asunto es que, en tal caso, uno no ve nada raro porque, si viera algo, eso no sería más que otro objeto, otra sensación, otro sentimiento, otro pensamiento u otra imagen. Pero todos ésos son objetos, todos ellos son lo que usted no es. 

No, cuando uno descansa en el Testigo y comprende que no es los objetos, los sentimientos ni los pensamientos- lo único que percibe es una sensación de Libertad, una sensación de Liberación de la identificación con los pequeños objetos finitos, con su pequeño cuerpo, con su pequeña mente y su pequeño ego, todos los cuales son objetos que pueden verse y, en consecuencia, no pueden ser el verdadero Vidente, el verdadero Yo, el verdadero Testigo, que es lo que ustedes realmente son. 

De modo que, en tal caso, ustedes no verán nada en particular. Todo lo que aparezca estará bien. Las nubes flotan en el cielo, las sensaciones se mueven en el cuerpo, los pensamientos discurren por la mente y uno puede contemplar todo eso sin necesidad de hacer el menor de los esfuerzos.


Todo eso aparece espontáneamente en su consciencia presente sin realizar esfuerzo alguno. Y esa consciencia testigo no es nada concreto que pueda ver sino una inmensa sensación de Libertad la Vacuidad pura- en la que emerge el mundo manifiesto. Usted es esa Libertad, esa Apertura, esa Vacuidad y no cualquier cosa que emerja en ella. 

Descansando en ese Testigo vacío y libre, adviertan ahora que las nubes están apareciendo en el inmenso espacio de su consciencia. Las nubes emergen dentro de ustedes, ustedes pueden degustar las nubes, ustedes son uno con las nubes, que se hallan tan próximas que es como si estuvieran desde este lado de su piel. El cielo y su conciencia son uno y todas las cosas que hay en el cielo están flotando en el interior de su conciencia. Y todo eso se halla tan próximo que pueden besar el sol y tragarse las montañas. Según el Zen, cuando dentro y fuera dejan de ser dos, cuando sujeto y objeto son no dos, cuando el observador y lo observado se tornan Un Solo Sabor, uno puede beberse el océano Pacífico de un solo trago; y ésa es la cosa más fácil del mundo. ¿Se dan cuenta de ello? 

Recomendaciones
En el camino de conduce a Un Solo Sabor, las personas suelen incurrir en dos tipos de errores. El primero de ellos se refiere a lo que ocurre cuando uno establece contacto con el Testigo, mientras que el segundo afecta al paso que conduce desde el Testigo a Un Solo Sabor.
Veamos. Existe la creencia de que en el momento en que uno establece contacto con el Testigo (con el Yo-Yo) verá algo muy especial. Pero lo cierto es que, en ese momento, uno no ve nada sino que simplemente contempla todo lo que aparece, porque uno no es algo que pueda verse sino el Vidente puro y vacío. Las luces, la beatitud y las visiones súbitas no son más que objetos y, en consecuencia, no tienen nada que ver con el Testigo, y aunque, finalmente, en Un Solo Sabor uno se convierta en todo lo que ve, no se puede empezar tratando de hacer eso tratando de ver la Verdad- por que ese mismo intento obstaculizaría su emergencia. Es por ello que tenemos que partir de ( yo no soy esto, yo no soy eso).


De modo que el primer error impide la presencia del Testigo tratando de convertirlo en un objeto que pueda ser apresado, cuando lo cierto es que es el Vidente de todo cuanto aparece y sólo puede ser experimentado en tanto que sustrato de Libertad y Liberación de todos los objetos. 

Descansando en esa Libertad y Vacuidad en la contemplación ecuánime de todo lo que emerge se dará cuenta de que el yo separado (o ego) aparece en su conciencia como cualquier otra cosa. Y eso es algo que usted puede sentir del mismo que puede sentir sus piernas, una mesa, una piedra o sus propios pies. 

La contracción sobre uno mismo se experimenta como una tensión interior que, a menudo, se halla localizada detrás de los ojos y se ancla en forma de una leve tensión muscular en todo el cuerpo mente. Es una sensación de contracción frente al mundo, una ligera tensión que afecta a la totalidad del cuerpo-mente. Es una sensación de contracción frente al mundo, una ligera tensión que afecta a la totalidad del cuerpo. Advierta, simplemente, esa tensión.


Cuando uno descansa en el Testigo vació y se percata de esa contracción sobre uno mismo supone erróneamente que, para pasar finalmente desde el Testigo hasta Un Solo Sabor, tiene que desembarazarse de ella (liberarse del ego). Y ése es el segundo error, un error que no hace más que fortalecer la tensión. 

Nosotros creemos que la contracción sobre uno mismo oculta o eclipsa el Espíritu cuando, de hecho como ocurre con cualquier Forma del universo- no es más que otra de sus resplandecientes manifestaciones. Todas las Formas incluida la forma del ego- no son más que Vacuidad. Es más, el único que quiere desembarazarse del ego es el propio ego. El Espíritu ama todo lo que emerge tal cual es. El testigo ama el ego, porque el Testigo es la mente espejo ecuánime que refleja y abraza con la misma aceptación todo cuanto aparece.


Pero el ego decide jugar al juego de desembarazarse de sí mismo porque, mientras tanto, seguirá existiendo (¿quién, sino, está jugando?). Como dijera Chung Tzu hace ya mucho tiempo: ¿No es acaso el deseo de librarse del ego una manifestación del ego?.
El ego no es más que una tensión sutil y usted no puede recurrir a la tensión para librarse de la tensión porque, en tal caso, terminaría con dos tensiones en lugar de una. El ego es una manifestación perfecta de lo Divino y funciona mejor descansando en Libertad que tratando de desembarazarse de él, lo cual, dicho sea de paso, no hace sino aumentar su contracción.  

¿Cuál es, entonces, la práctica adecuada? Cuando usted descanse en el Testigo, cuando usted descanse en el Yo-Yo, cuando usted descanse en la Vacuidad, preste atención simplemente la contracción sobre sí mismo. Descanse en el Testigo y advierta esa contracción porque, para sentir esa contracción, para contemplarla, deberá haberse desidentificado y, en consecuencia, liberado de ella. Entonces, usted estará mirando desde la posición del Testigo que siempre se halla libre de todos los objetos.  

De modo que descanse en el Testigo y percátese de la contracción sobre sí mismo, exactamente del mismo modo en que puede sentir la silla en la que se sienta, la tierra o las nubes que flotan en el cielo. Los pensamientos flotan en la mente, las sensaciones flotan en el cuerpo, la contracción sobre sí mismo sobrevuela en su consciencia y usted contempla todo eso de un modo espontáneo y ecuánime.


En ese estado simple, cómodo y sin esfuerzo, no está tratando de desembarazarse de la contracción sino sencillamente sintiéndola, y mientras esté descansando en el Testigo o Vacuidad que es, Un Solo Sabor podrá resplandecer con más facilidad. No hay nada que uno pueda hacer para provocar (o causar) Un Solo Sabor, por que, Un Solo Sabor no es el resultado de acciones temporales, siempre está completando presente y uno nunca se ha alejado de él.  

Lo máximo que uno puede hacer por vía del esfuerzo temporal, es evitar estos dos grandes errores. No trate, pues, de ver al Testigo como un objeto, sino que descanse simplemente en Él en tanto que Vidente, ni trate tampoco de desembarazarse del ego sino que dedíquese, simplemente, a percibirlo. De ese modo, se colocará al borde del abismo de su Rostro Original.
Descanse en el Testigo y dése cuenta de la contracción sobre usted mismo: ése es precisamente el ámbito en que Un Solo Sabor puede resplandecer con más intensidad. Pero no lo haga para conseguir esto o aquello, sino de un modo espontáneo durante todo el día y toda la noche, permaneciendo de pie al borde de su más sorprendente reconocimiento.  

Estos serían los pasos a dar:
Descanse en el Testigo y experimente la contracción en sí mismo, y cuando lo haga, dése cuenta de que el Testigo no es la contracción, sino que es consciente de ella. El Testigo está libre de la contracción… y usted es el Testigo. 

En tanto que Testigo, usted se halla libre de la contracción en sí mismo. Descanse en esa Libertad, Apertura, Vacuidad y Liberación. Experimente esa contracción y déjela ser, del mismo modo que permite la existencia de cualquier otro tipo de sensación. No trate de librarse de las nubes, los árboles o el ego sino permítales ser mientras permanece relajado en el espacio abierto de Libertad que usted es. 

En ese espacio de Libertad y de un modo espontáneo – uno puede advertir que la sensación de Libertad carece de interior y de exterior, de centro y periferia. Los pensamientos flotan en esta Libertad, el cielo flota en esta Libertad, el mundo emana de esta Libertad y usted es Eso. El cielo es su cabeza, el aire su respiración, la tierra su piel, y todo ello de un modo inmediato e íntimo. Cuando uno descansa en esta Libertad, que es Plenitud infinita, se convierte en la totalidad del Mundo.


Éste es el mundo de Un Solo Sabor, un mundo que no tiene ni dentro ni fuera, sujeto y objeto, aquí ni fuera de aquí; un mundo que carece de origen y de final, de objetivos y de medios, de camino y de meta. Ésta, como dijo Ramana Maharshi, es la verdad última. 

FRAGMENTO DE “PSICOSINTESIS” ROBERTO ASSAGIOLI

Si supiéramos de la existencia de un gran Sabio dotado de elevados poderes espirituales, un Sabio amoroso y desinteresado, ciertamente surgiría en nosotros un vivo deseo de hablarle, de pedirle consejo y ayuda. Y si éste viviera en una ermita, en lo alto de la monataña, ¿acaso no estaríamos dispuestos a acometer la ascensión para llegar hasta él?”

¿Acaso no estaríamos dispuestos a recibir sus valiosas enseñanzas y a ser vivificados por la energía y el amor irradiados por él, y a someternos a la disciplina de una determinada preparación psicoespiritual? Rápidamente nos daríamos cuenta de que su ayuda nos evitaría errores, sufrimientos y penalidades, transformando verdaderamente nuestra vida.

Pues bien: existe un Sabio así, un Maestro de este tipo; está muy cerca y siempre presente en cada uno de nosotros. Es el Yo Superior, el Sí Mismo espiritual. Para llegar hasta él es preciso, hacer un viaje, sí; pero un viaje por los mundos internos. Para alcanzar su morada es necesario escalar, ascender hacia las alturas del superconsciente. También es necesaria una adecuada preparación psico espiritual a fin de poder resistir la afluencia de su fuerza, así como para captar sus sutiles mensajes distinguiéndolos de todas las demás voces interiores, y también para comprender e interpretar correctamente su simbolismo. Es preciso, en fin , estar dispuesto a realizar con firme y constante voluntad todo aquello que nos indique.

Ciertamente, esta preparación no es nada fácil. El Sí Mismo espiritual considera las cosas, los acontecimientos y los seres de una forma muy distinta a la del Yo Personal. Su sentido de los valores y de las proporciones es muy diferente del de la conciencia ordinaria, cuya visión no alcanza para ver más allá de sus narices.

Las indicaciones del Sí Mismo corresponden al bien verdadero, pero pueden contradecirse con nuestros deseos o nuestras preferencias personales. El Sí Mismo no requiere sacrificios, en el sentido usual y erróneo de renuncia forzada y dura, pero sí en el sentido de una consagración que implica la eliminación gradual de muchas cosas, costumbres y actividades que resultan nocivas e inútiles, o menos importantes, para hacer espacio y dedicar nuestro tiempo a aquello que realmente vale la pena.

Además, el Sí Mismo, con su sabiduría y amor comprensivo, no exige hacer esto de forma inmediata ni perfecta. Es paciente y puede esperar, sabiendo bien que con seguridad, y más o menos lentamente, alcanzaremos la elevada meta que nos ha destinado y que él tiene presente desde el inicio mismo de nuestro peregrinaje evolutivo. En otras palabras: el Sí Mismo posee el sentido de lo eterno; o, mejor dicho, vive en el eterno. Pero en el eterno presente, no en una eternidad sólo transcendente escindida del devenir evolutivo. El «eterno presente» es una expresión paradójica que es intuida, pero que nos da la llave de una verdad fundamental: la relación entre lo trascendente y lo inmanente, entre el ser y el devenir.

Es la vida plena, que es precisamente la síntesis del ser y del devenir. En nosotros, ambas están o deberían estar presentes, conscientes y operantes. Deberíamos vivir atentos y conscientes cada instante, pero desde la profundidad de lo eterno. Entonces sobreviene la síntesis del instante, lo eterno y su ciclo. La vida se desarrolla en ciclos, ciclos que son instantes orgánicamente vinculados, precisamente, a cualquier cosa que los trasciende: a lo Eterno. Ello se expresa sintéticamente en la frase »El glorioso y eterno presente».

Para ponerse en relación consciente con el Sí Mismo, es preciso «sintonizarse» con él. La analogía de la radio puede ayudarnos a comprenderlo. En un principio se pensó en aumentar la potencia de los aparatos receptores a base de multiplicar las válvulas, pero pronto se vio que la potencia perjudicaba la calidad y la pureza de los sonidos. Así, poco a poco, se dio más importancia a la finura y a la claridad de la recepción que a la potencia necesaria para captar la emisora.

Lo mismo sucede en nosotros. El problema no es tanto el de «recibir» (en cierto sentido, siempre se recibe aunque demasiado y de todas partes a la vez), sino que se trata de desarrollar una sintonía cada vez más refinada y sutil. Para esta necesaria preparación, resulta imprescindible superar las reticencias, la rebelión de nuestro egoísmo y de nuestra propia pereza moral (todos somos moralmente perezosos, aunque lo disfracemos con la actividad externa que, a menudo, suele ser una evasión, una pasividad disfrazada precisamente de actividad); pero podríamos conseguirlo si nos diéramos cuenta y recordáramos continuamente que realmente vale la pena.

El Maestro interior, el Yo espiritual y omnisciente, ve el futuro, posee admirables poderes de los cuales no podemos fijar los límites; su guía, su inspiración y sus múltiples ayudas pueden proporcionarnos paz, seguridad y suscitar en nosotros el gozo y el amor, convirtiéndonos en eficaces instrumentos de ayuda para los demás.

Los símbolos del Sí Mismo son múltiples, y cada uno indica y sugiere un aspecto. Entre los de uso más generalizado están: la estrella; la esfera de fuego irradiante; la figura de un ángel, que los orientales llaman «Ángel Solar»; el Maestro interior; el anciano Sabio; el Héroe; el Guerrero interior.

Pero somos nosotros quienes debemos invocarlo; somos nosotros quienes debemos dar el primer paso, abrir la puerta, crear el canal de comunicación; sólo así intervendrá el Sí Mismo, porque él no obliga, no coacciona. Tenemos el don de la libre voluntad, del que a menudo hacemos mal uso, pero que es el don más precioso porque nos conduce a través de Lis experiencias, los errores y los sufrimientos, hasta el despertar.

El Sí Mismo no obliga a nada, pero si le llamamos, nos responde. Continuamente nos encontramos con la paradoja de la dualidad y de la unidad de la Divinidad.

De la estrella, del Yo espiritual, desciende el yo personal, su reflejo; podríamos encontrar en ello uno delos significados de la parábola del hijo pródigo. El yo personal es el hijo pródigo que ha bajado al mundo de la materia y ha olvidado su origen, hasta que, después de haber cometido libremente todas las tonterías de las que era capaz, todos los errores (de «errar», con el doble sentido de equivocarse y de ir errando), siente nostalgia por la casa paterna, la busca y, finalmente, la reencuentra. Pero no basta con admitir o reconocer intelectualmente esta dualidad en la unidad; aunque esto también haya que hacerlo, es sólo un paso previo. Se trata de realizarla, de vivirla. Y antes de llegar a la reunificación hay que pasar por todo el proceso del dramático «coloquio interno», de la invocación, de la demanda, de la respuesta; después, poco a poco, llega el acercamiento, la chispa cada vez más frecuente y más viva entre los dos polos que se aproximan y que en uno u otro instante se «tocan», para después separarse de nuevo… hasta que llega el momento de la gran paz, cuando los dos devienen en Uno…..

La Falacia pre-trans en Astrología por Alejandro Luna

En la esfera de la psicología profunda, de los estudios inter-religiosos y de la espiritualidad, hay un autor que tematizó en forma exhaustiva la diferencia existente entre lo que podemos llamar irracional y lo racional. Ken Wilber -de él se trata- observó que generalmente se hace esta polarización cuando se intenta definir una idea, creencia, filosofía, experiencia, etc. En Occidente la modernidad fue justamente una reacción ante los usos y abusos de las instituciones religiosas, y el vuelco no ya hacia la razón sino hacia el racionalismo, constituyó la gran disociación entre ciencia y religión que aún hoy motivan los más acalorados debates y que parecen visiones del mundo imposibles de integrar.

Lo que Wilber observó es que no hay dos formas de encarar esta cuestión sino tres. No todo lo que no es racional es irracional, ya que podemos también acceder a un ámbito que está más allá de lo racional: lo transracional. Este ámbito no niega ni reprime a lo racional sino que lo trasciende, se trata de un contexto mayor y más inclusivo, tal como una célula que es más que un átomo y que una molécula. Los engloba, no los niegan ni reprimen, pues hacerlo sería negarse a sí misma como célula.

Lo prerracional comparte con lo transracional el hecho de que ambos son no racionales, sin embargo el primero todavía no llegó al nivel de lo racional y el otro lo traspasó. Confundir ambos términos provoca una polarización que inhibe lo que se denomina “el desarrollo de la consciencia”. Muchas vivencias y sabidurías que son propias del ámbito religioso pueden definirse como genuinamente transracionales y muchas otras de prerracionales.

Que el mundo está sostenido por una tortuga, que la primera mujer está hecha a partir de la costilla del primer hombre o que el centro del planeta es la morada de Hades y su perro Cerbero cuida la puerta del inframundo, son afirmaciones que, tomadas literalmente, no llegan a alcanzar el nivel mínimo de racionalidad.
Pero el racionalismo tampoco valida las experiencias extáticas de samadhis, iluminaciones, satoris, raptos de unidad cósmica y otros varios tipos de experiencias cumbres espirituales. Estos son fenómenos que están más allá del límite autoimpuesto por la razón. Justamente de esto se trata la falacia pre/trans, la de confundir ambos niveles. Tanto una experiencia transpersonal puede interpretarse como una patología mental, como un arranque apoteótico de entusiasmo colectivo (festejar el gol de tu equipo favorito en una final mundial) elevarse a la dimensión transpersonal.
Esta diferenciación tiene un paralelo en cuanto al tipo de sentido de pertenencia y con respecto al sentido de identidad: egocéntrico/etnocentrico/mundicentrico y prepersonal/personal/transpersonal, respectivamente.
En el primer caso se trata de perseguir solamente mis propios deseos (nivel egocéntrico), los de mi tribu o país (etnocentrico); o valorar las cosas más allá de si pertenecen a mi país, mi raza o mi religión (mundicentrico). Es decir, ser capaces de reconocer y alentar lo que tenemos en común en tanto humanidad.

En el segundo caso, la sensación de identidad puede estar basada en lo que pide y quiere mi cuerpo-mente (prepersonal), por la sensación de ser alguien diferente o especial (personal), o por la de ser un vehículo de algo trascendente o superior (transpersonal).

Las tres astrologías
Salvo algunas notables excepciones como Richard Tarnas, Stanislav Grof, Jorge Ferrer y Roberto Assagioli, la mayoría de los estudiosos del ámbito transpersonal no dudan en definir a la Astrología como un tipo de saber prerracional, producto de un antiquísimo pensamiento mítico/infantil cuyas proposiciones son indemostrables por la ciencia, y cuando no, tachadas de ridículas.
La mente científica occidental ni siquiera está dispuesta a investigar al respecto pues su posición ya ha sido tomada: no vale la pena interesarse en una pseudociencia. Y convengamos que la mayoría de las veces tienen “razón”. Basta mirar los horóscopos de los diarios para estar totalmente de acuerdo hasta con los escépticos más recalcitrantes. Si a eso se le puede llamar Astrología, sin duda se trata de una Astrología prerracional y prepersonal.
Es que estos horóscopos tienen en cuenta solamente la posición aproximada del Sol en el signo que se encontraba el día del nacimiento de la persona, ignorando el resto de los factores de la carta astral (los demás planetas, la Luna, las casas astrológicas, el Ascendente, los aspectos entre planetas, etc.). Debido a ello, la información que pueden llegar a brindar – aún si se hicieran seriamente- es muy, pero muy general, teniendo en cuenta que el 8,3333% de la humanidad (es decir ¡casi 600 millones de personas!) compartiría cada día de su vida las mismas experiencias, sin importar su edad, sexo, posición social, lugar de residencia, background cultural, etc.
El estadío prepersonal consiste en una integración con el cosmos que es previa a la estabilización del ego (pre-egoica). Tal integración es básicamente corporal, y remite al sentimiento de infinitud paradisíaca propia de la vida intrauterina o la del bebé recién nacido.
La ingenua forma de pensar de los niños pequeños, que muy honestamente creen en Papá Noel y los Reyes Magos, aun no está lista para acceder a los niveles de significación en donde estas “verdades” se revelan falsas. Y si les hablamos de sexualidad adulta difícilmente sabrán a qué nos referimos. Y no está mal que sea así, se trata de un proceso natural de maduración psíquica. Cuando se eleva la pureza de los niños a niveles casi místicos y angelicales, generalmente se comete una falacia pre/trans, pues olvidamos que ellos son caprichosos, que todavía no pueden ponerse en lugar del otro y que muchas veces son absolutamente crueles.
Y cuando quiero que me hagan mi carta natal para confirmar lo que creo que soy, o voy a cumplir años a 15.000 km de donde vivo para que Saturno no me afecte ahí donde yo no quiero, o especulo con qué pareja me conviene más o con qué recurso puedo hacer más dinero… hablamos de Astrologia personal. Esta es la Astrologia que se practica en la mayoría de los casos y que, a fin de cuentas, la que nos ha enganchado a todos, Y repito, no está mal que así sea, es el proceso natural de maduración psíquica por el cual el nivel personal es incapaz de acceder a los valores cosmocéntricos de compasión universal, servicio desinteresado, liberación de condicionamientos arquetípicos y amor impersonal.
El contacto con la Astrologia profunda altera la percepción habitual de ver la realidad y en lugar de saber cada vez más y más, aquel que percibe es lo que se transforma.

Hoy el desafío es investigar y experimentar si existe la Astrología transpersonal, y si es posible que un nuevo contacto con la simbología de los signos y los planetas nos lleve a una dimensión donde ya no me importe tanto lo que quiero o deseo, sino que me abra al misterio de la vida y a las enseñanzas que traen las cosas que me pasan (generalmente aquellas en las que no me reconozco y las que más me hacen sufrir).

Una Astrología que nos ayude a reconocernos como iguales y diferentes, vehículos necesarios de algo que aún no podemos percibir con los ojos de la mente racional. Una Astrología que nos haga más sensibles y vitales, y permita conectarnos tanto con las inteligencias cósmicas que nos trascienden como con los demás seres que nos rodean… los de aquí nomás, implícitos en cada carta natal; más allá de cada yo, y más acá de cada ego.

Alejandro Christian Luna

Revista Uno Mismo

LA COMBUSTION DEL ALMA: por Alejandro Lodi

El éxito de la personalidad aquetípica frustra la potencialidad del alma. Encarnar un arquetipo no representa necesariamente una experiencia desagradable. Por el contrario, muchas veces puede dar una sensación de realización, de plenitud, de haberse encontrado -¡al fin!- a sí mismo. Y ese es precisamente el origen del conflicto. La identidad conformada en ese diseño arquetípico exitoso comienza entonces a luchar para confirmarse a sí misma, a defenderse de toda experiencia vincular y de destino que ponga en riesgo su continuidad.

Los vínculos y el destino tienen la riqueza de traer a nuestras vidas aquello que desconocemos que somos. Esas relaciones y esos hechos (elegidos o eventuales, placenteros o dolorosos) son activadores de potencialidades de nuestro ser que la imagen de nosotros mismos que atesoramos no es capaz de contener. Sin embargo, identificados con la personalidad arquetípica que nos ha dado seguridad, resistimos aquella oportunidad creativa, rechazamos seguir revelándonos porque creemos que ya nos hemos encontrado. La identificación arquetípica calma la angustia de no ser. Identificarse con un arquetipo es ser “alguien”. Pero, en la comodidad de esa efectiva (e ilusoria) tranquilidad, la conciencia comienza a sentir el encierro del condicionamiento, la falta de libertad para explorar creatividad.

¿Quién soy más allá de esta imagen de mí mismo que da un sentido que narcotiza la insoportable deriva existencial? Cuando la conciencia intuye el logro de ese sosiego como prisión, lo soñado se convierte en pesadilla. Ser lo que desee comienza a generar ahogo. Emerge la evidencia del amasijo de anhelos inconscientes personales, impersonales y colectivos que configuran lo que hasta ahora creí mi autenticidad esencial. La repetición del relato arquetípico inhibe las revelaciones de intuiciones creativas. La identificación consciente se cristaliza en una imagen que necesita mantenerse igual a sí misma, revalidándose constantemente y no tolerando disidencias.

Esa imagen personal cargada de afecto necesita defenderse de lo desconocido de sí mismo y del destino. Lo siente ajeno, una amenaza a la hegemonía de su voluntad personal. La conciencia entra en batalla con lo inconsciente bajo la forma de “torcer al destino” y “vencer a los enemigos”. La personalidad necesita que el destino la confirme. La pesadilla de la personalidad es que los hechos y los otros la contradigan. La excitante descarga arquetípica impide recorrer la orgánica vitalidad de los procesos.

Ante las dudas existenciales, encarnar un arquetipo promueve la convincente sensación de saber qué hacer y de hacerlo ya. Bajo un aparente activo ejercicio de la voluntad, la conciencia se entrega a la intensidad de una descarga de vitalidad -reactiva y compulsiva- a la que confunde con una respuesta decidida y valiente. El hechizo de la excitación arquetípica no permite que los tiempos de una respuesta más profunda y global se desarrollen. La energía –tanto psíquica como física- no logra circular distribuyendo vitalidad por todo el sistema, sino que se concentra en un punto y estalla.

Sentirnos exitosos, repetir el modo conocido para calmarnos, y creernos vitales en la excitante descarga pulsional representan expresiones de un patrón psicológico humano de una universalidad tal que permite aplicarlo a la sexualidad y a la política tanto como al viaje de la conciencia.

Hay vida más allá de las vivencias arquetípicas particulares que experimenta nuestra personalidad. Y esa vida pugna por hacerse evidente a la conciencia. Es la combustión del alma.

El alma vive con las valijas hechas.

El alma muda de los espacios de identidad que habita.

El alma siempre está en casa viajando.

El alma anima al yo y nunca se queda en él.

El alma ama la personalidad y es libre de ella.

La personalidad necesita simplificar la percepción, polarizarse en extremos antagónicos. El alma abre la percepción a lo complejo, a descubrirse partícipe de una incesante y creativa dinámica de polaridad. La personalidad percibe un mundo externo, ajeno y peligroso, al que intenta conquistar para asegurarse que su voluntad sea imperio. Convoca a la conciencia a controlar lo que percibe. El alma deja en evidencia que soy lo que percibo, delata que el mundo percibido no está disociado de lo que soy. Invita a la conciencia a incluirse en lo que percibe.

La personalidad presiona para fijar su interpretación del desbordante misterio de la vida y así defenderse de su imprevisibilidad. Los miedos personales transforman a la estructura psíquica en una rígida coraza protectiva, y pierde así su condición de flexible y mutante vehículo del alma. La dinámica de la conciencia es esa relación entre identidad y destino. Es la relación entre la personalidad y el alma. La personalidad es necesariamente arquetípica. Es un refugio frente al vacío existencial.

Necesitamos generar personalidades y desarrollarnos en ellas. Nuestra personalidad se configura en la sustancia psíquica que la matriz de arquetipos del inconsciente colectivo pone a disposición de la conciencia. Esa personalidad con la que nos identificamos nos otorga la seguridad de creer quienes somos (o quienes deberíamos ser) y nos permite ser ejecutivos frente a los desafíos de la existencia concreta. Sin embargo, en algún momento lo sentiremos insuficiente.

El destino es la crisis de la personalidad. Se hará manifiesto a la conciencia que eso que creemos ser (y que acaso exitosamente desplegamos en el mundo) es un molde, un programa, una prefiguración arquetípica. Allí surge la angustia de una nueva oportunidad creativa. No de trascender la dimensión arquetípica, sino de pasar a un nuevo nivel del juego de imágenes, más rico y más complejo.

El alma siempre se sale con la suya. No tiene ningún sentido pretender salirse del juego arquetípico. Todo lo que percibimos aparece representado a nuestra conciencia. Y toda representación es arquetípica. No inventamos ni creamos imágenes, sino que las activamos en nuestro inconsciente compartido con toda la humanidad, infinita y eternamente. Pero sí es cierto que agotamos capas arquetípicas, que desalojamos hechizos groseros para abordar otros más sutiles, menos condicionados por nuestros deseos, menos autorreferentes. La personalidad necesita sentirse importante, exclusiva y mejor.

El alma representa una dirección que nos atrae hacia reconocernos funcionales a propósitos universales, incluyentemente compasivos y no comparativos. El alma nos recuerda que no somos importantes, no somos exclusivos y no somos mejores. El alma nos reúne.

Lo que aturde.

Lo que llena de palabras.

Lo ruidoso.

Lo que habla a los gritos.…

Lo que calma.

Lo que permanece vacío.

Lo silencioso.

Lo que susurra al oído.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *